domingo, 28 de octubre de 2012

Requiem de una ciudad que borra su historia a martillazos



Requiem de una ciudad que borra su historia a martillazos


Por Fernanda Sandez | Para LA NACION.

Entre el supermercado y la torre que avanza, vean: ahí está ella. Con su miriñaque de balcones, sus ventanas curvas de madera, sus quién sabe cuántos años. Setenta, cien, más. Igual no importa, porque la suerte está echada. Para esta casa-barco, encallada a orillas de la avenida San Juan, cada día que pasa es un paso más hacia el escombro. No es la única, no: también sobre la avenida Rivadavia hay otra archiduquesa llena de copones y flores jaqueada sin remedio. Esperando lo mismo que todas. El final anunciado.
Así son las cosas aquí: lo vetusto, lo bellamente raído, lo que atrasa, molesta porque suele estar parado sobre un terreno que justifica cualquier crimen. Y hasta ahora, en Buenos Aires, el ladricidio (esa manía de liquidar casas e historias a martillazos) no tiene castigo. El pasado se esfuma, y nadie paga por ese naufragio.
Hay, como siempre, una ley. Y también una trampa, porque una norma reglamentada a medias, tibiamente aplicada o directamente ignorada es lo mismo que nada. En este caso, una ley de hace nueve años y conocida como "de protección del patrimonio cultural" porteño (la 1227/03) dice, entre otras cosas, que hay en Buenos Aires paredes que cuentan la historia, que definen la identidad de un barrio o que, simplemente, nos ayudan a recordar qué fuimos. Qué somos.
En mi barrio, en Floresta, y en el barrio de cada uno de nosotros -Barracas, Palermo, Colegiales, Caballito- seguramente hay varios lugares así. Grandes o pequeños sitios (a veces un convento, a veces un pasaje, a veces una plaza o una fuente) en donde detenerse a ver lo que vieron otros. A imaginar cómo era Buenos Aires cuando nosotros todavía no podíamos mirarla.
Lástima: no siempre se puede. La voracidad del negocio inmobiliario suele correr mucho más rápido que esas señoras casas con polisón de metal y sombrero festoneado en cemento. Casas con caras de cariátide, y ese aire desolado de todo lo que se sabe cerca del fin. Siempre es lo mismo: primero se las vacía por dentro como a las momias. Después se las tapia. Finalmente, el cartel maldito: "Terreno con construcción a demoler".
Y así tantas, tantas veces, que en 2010 la organización internacional World Monument Fund señaló al casco histórico de Buenos Aires como uno de los 100 sitios culturales del mundo en riesgo. Ese mismo año, una organización vecinal (Basta de Demoler) subió a la Web un video en el que se muestra -por cada edificio actual del centro de Buenos Aires- el fantasma de ese otro que le cedió su lugar. La ciudad que se ve allí es, también, una contundente metáfora de lo que somos. De esa cosa sin raíces y sin alas en la que, lamentablemente, nos hemos convertido. Porque en materia de patrimonio arquitectónico no hay vuelta atrás. Cada jardín vuelto plaza seca, cada caserón convertido en cochera, cada casa condenada a volverse "torre con amenities " es en sí mismo un gesto irreparable. Porque cada cariátide que se pierda será la última. Y última también cada flor, cada canasta de frutas, cada hoja entretejida en estuco y sueños.
Hasta que finalmente la Buenos Aires espectral venza a la otra, y todo lo que alguna vez fue sea, definitivamente, puro recuerdo. La ciudad suicida, muerta de transparencia y apatía, flotando sobre los edificios de mil y un pisos. Nuevos de toda novedad, pero con un olimpo de fantasmas sobrevolándolos. Susurrándoles su crimen. Pidiendo justicia con sus alas de aire..

Les recomiendo leer este libro es el reflejo de lo que vamos perdiendo

tapa del libro: La Casa

La Casa

Autor: Manuel Mujica Láinez
Género: Novela Histórica
Idioma: Español

Resumen:

La casa de la calle Florida, lacerada por la demolición, busca en el recuerdo su resplandor perdido y nos cuenta su historia, entretejida con la de aquellos que la han habitado y con las voces de los objetos que la pueblan.
Testigos de amores furtivos y traiciones, sus cimientos se estremecen al revivir el fratricidio consumado en el balcón una lejana noche de carnaval, o al recordar las pasiones clandestinas duplicadas en los espejos.
Y así, abandonada por sus moradores ilustres, su cuerpo derruido acoge, en un último intento por retener la antigua nobleza, a los espectros del Caballero gris y de Tristán, el arlequín adolescente que se va desvaneciendo junto a ella.
Manuel Mujica Láinez obtuvo múltiples premios por su obra literaria, entre ellos el Gran Premio de Honor de la SADE en 1955 por esta novela "La Casa".

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